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El remoto y emocionante pasado natural de Colombia Andina

El territorio de la Colombia Andina emerge de las aguas hace millones de años y en su crecimiento proporciona a este país valles fértiles, páramos y sorprendentes accidentes geográficos que exhiben huellas de los cambios climáticos y de la historia natural, que pueden observarse si se está dispuesto a vivir experiencias como:

  • Conocer una catedral esculpida en sal 180 metros bajo tierra, en Zipaquirá (Cndinamarca).
  • Disfrutar de la gastronomía derivada de la explotación de sal, en Nemocón.
  • Conocer el segundo lago más grande de Suramérica navegable a mayor altitud, en Tota (Boyacá).
  • Sorprenderse con los rastros de los prehistóricos glaciares en El Cocuy (Boyacá).
  • Visitar un jardín de sorprendentes colores en el páramo de Ocetá, en Monguí (Boyacá).
  • Maravillarse con los vestigios de los antiguos reptiles que habitaron la zona andina, en Villa de Leyva y otros municipios de Boyacá.
  • Aprender a escalar con expertos en el primer escenario donde se practicó este deporte en el país: los abrigos rocosos de Suesca.
  • Sobrevolar desde Sopó los rastros de los hombres que habitaron Cundinamarca hace 20 mil años.
  • Visualizar el páramo de Sumapaz, el más grande del mundo , en Cundinamarca.
  • Visitar a los descendientes de los animales fosilizados en Ciudad Reptilia, en Melgar.
  • Aventurarse hacia la cima del Nevado del Tolima y descender por el espectacular cañón del Combeima.
  • Observar en todo su esplendor el horizonte estelar en medio de La Tatacoa, un desierto de bosque seco tropical.
  • Conocer las esculturas líticas que van desde uno hasta cinco metros de altura, y que forman parte de la historia milenaria del Huila.
  • Explorar en el PNN Cueva de los Guácharos las cuevas que, según la mitología Andaquí, resguardan a los guerreros caídos en batallas, en Palestina (Huila).
  • Sorprenderse con Bogotá, la capital colombiana ubicada en el centro de la región central, a 2640 mts de altitud, con toda la oferta cultural urbana y rodeada de increibles escenarios naturales.
  • Destination

  • Departure

    Bogotá, Colombia
  • Included

    Personal Guide
  • Not Included

    Breakfast
    Concesionarios de servicios turísticos
    Departure Taxes
    Zonas francas turísticas
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La Leyenda del Dorado:

En la capital del país, Bogotá, se aterriza en el Aeropuerto Eldorado, cuyo nombre se deriva de una leyenda Muisca según la cual en un ritual se ungía de polvo de oro al futuro cacique de estas tierras prehispánicas. Y es que el oro para los indígenas era de suma importancia simbólica, como quiera que representaba al sol. Es como si supieran que proviene, como en efecto lo hace, del espacio. Por lo menos así lo afirma un artículo publicado por la revista Nature, en 2011, que explica cómo el preciado metal llegó en forma de meteoritos que impactaron al planeta hace 200 millones de años. Para conocer más sobre el oro, es un deber visitar el Museo del Oro, en Bogotá. Aquí se reúnen cerca de 34.000 piezas de orfebrería y 20.000 de objetos líticos, cerámicos, textiles y piedras preciosas pertenecientes a las culturas Quimbaya, Calima, Tayrona, Sinú, Muisca, Tolima, Tumaco y Malagana, entre otras. La región central contiene la Ruta Leyenda El Dorado, que abarca terrenos de Boyacá, Cundinamarca y Bogotá: vestigios de la cultura Muisca están presentes en 32 municipios donde se han identificado 76 atractivos de interés turistico. Lo anterior permitió trazar el recorrido de 25 “sunas” o segmentos de ruta, los cuales poco a poco se incorporan a la oferta turistica, según sus condiciones de visita. Dentro de esta ruta, se ha destacado el lugar donde se llevaba a cabo la ceremonia de El Dorado, en el municipio de Sesquilé, a 57 kilómetros al norte de Bogotá. Se trata de la Laguna Sagrada del Cacique Guatavita, lugar ceremonial de los muiscas.
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El corazón Salino

Infaltable aventurarse a viajar hacia el centro de la tierra. Hace 145 millones de años el agua cubría casi todo el planeta. En el último retroceso de los mares, se formó el gran mar interior Tetis, que inundaba el actual centro del territorio colombiano. Tetis se cristalizó y se ocultó en las profundidades de la tierra en forma de monumentales huevos salinos. Por esta razón, los municipios de Zipaquirá y Nemocón, en el departamento de Cundinamarca, tienen minas de sal. Zipaquirá, a 42 kilómetros de Bogotá, es sede del Parque de la Sal, una obra de 32 hectáreas que alberga la Plaza del Minero, el Museo de la Salmuera y la Catedral de Sal. Esta última es un santuario religioso construido 180 metros bajo tierra en los socavones, resultado de la extracción del mineral. Con un guía personal y el equipo adecuado, en este lugar los visitantes pueden convertirse en mineros por un rato, y participar en el proceso de la extracción de la roca. Asimismo, se aconseja visitar el Museo Arqueológico de Zipaquirá, que posee 1.500 piezas de las diferentes culturas colombianas; funciona en la antigua casa del expendio de agua sal. A 35 minutos de Zipaquirá está Nemocón, cuyo nombre en muisca significa “lamento de león o rugido de guerrero”. Luego de la experiencia bajo tierra, es ideal probar el plato del minero, preparado en grandes calderos donde hierve intensamente la salmuera hasta que se evapora el agua y queda únicamente la sal. Allí se sumergen por unos minutos la morcilla, la longaniza, el lomo de res y las costillas de cerdo; se sacan y se ponen a cocinar sobre una plancha. Se sirve acompañado de plátano maduro, guacamole y yuca “chorriada”, en una salsa a base de salmuera . Nemocón también tiene una antigua mina de sal, de más de 500 años de antigüedad. Se encuentra a 80 m de profundidad y en ella se destacan las cámaras de “los espejos naturales de salmuera” (antiguos tanques de saturación), “los enamorados” (con un cristal de sal de 1.600 kg, tallado en forma de corazón), y la “de la capilla” (con una esfera tallada en roca de sal de 1.300 kg).
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Huellas del remoto pasado:

Para hacerse una idea más cercana de cómo era el ambiente en el mar interior que cubría el territorio, se debe retomar la Autopista hacia el norte y avanzar hasta el departamento de Boyacá. En el recorrido por la sabana, vale la pena apreciar la cordillera Oriental, que es la última en aparecer en la historia de las cordilleras del territorio colombiano, donde los restos de reptiles gigantes quedaron fosilizados. De hecho, en 1977 se halló en Villa de Leyva el esqueleto de un cronosaurio, y en ese municipio se encuentra el Museo del Fósil, donde es posible sorprenderse con el esqueleto fosilizado del Kronosaurus Boyacensis Hampe, nombre científico de este reptil, del cual solo se han encontrado dos ejemplares en todo el mundo. También se encuentra allí el Museo Palenteológico perteneciente a la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia, y es la casa de fósiles de organismos que habitaron el territorio hace 130 millones de años. En el sitio se ofrecen actividades de interpretación, mediante las cuales niños y adultos pueden darse una idea de cómo era el ambiente marino hace millones de años. Otra huella del pasado remoto de Colombia son los glaciares. Desde hace 2,4 millones de años se vienen presentando numerosos ciclos durante los cuales han venido apareciendo a alturas menores. (En Colombia están en picos de montañas por encima de los 2.850 m s.n.m.). Hace 10 mil años los glaciares recubrían una buena parte del globo terrestre, pero las variaciones climáticas han provocado su deshielo, y en consecuencia han aparecido cuerpos de agua con grandes cantidades de sedimentos. En el departamento de Boyacá, el Lago de Tota es un ejemplo de ello. Su cuenca de 22.700 hectáreas comprende los municipios de Aquitania (70%), Tota (10%) y Cuítiva (20%). Después del Titicaca, es el segundo lago navegable de Suramérica a mayor altitud (3.015 m s.n.m.). Su cuenca abarca 201 km2, su espejo de agua es de 55 km2 y su perímetro de 47 km. Está considerado como Área importante para la conservación de aves (Aica). Esta reserva de agua dulce, una de las más grandes del país, cada año se convierte en plató de deportistas nacionales e internacionales de esquí, canotaje, vela y buceo. Las zonas montañosas y de bosque que rodean este lugar atraen a turistas y pobladores amantes de las actividades de naturaleza, como el senderismo
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Fábricas de agua:

En territorio boyacense se resguarda el 18% de los páramos del país, representado en siete complejos paramunos. Uno de ellos, el complejo Tota-Bijagual-Mamapacha, tiene una porción accesible desde el municipio de Monguí. De este, el Páramo de Ocetá se considera uno de los más bellos, porque entre noviembre y diciembre se llena de coloridos jardines cuyos principales protagonistas son los frailejones amarillos, los senecios azul-morados, los lupinus rojo granate, y los musgos y líquenes de variadas tonalidades de verde [14]. Ellos, junto con animales como los venados de cola blanca y hasta cóndores, les dan aún más vida a las cascadas y a los manantiales que corren impetuosos por la zona [15]. Los 39 km2 de glaciares existentes en Colombia (en el año 2016), se reparten en seis zonas, de sur a norte: volcanes nevados del Huila, Tolima, Santa Isabel y Ruiz; y por otro lado, las sierras nevadas del Cocuy o Güicán, y Santa Marta; esta última situada en el corredor turístico Caribe. La Sierra Nevada del Cocuy, en Boyacá, consiste en dos subcordilleras paralelas con una longitud de unos 30 km. Es el único nevado subsistente en la cordillera Oriental y resguarda varios tesoros, entre ellos la admirada laguna de La Plaza y el valle de Los Cojines. Este último es reconocido por una solemne y silenciosa extensión de varios kilómetros flanqueada con gigantescas paredes rocosas, y tapizada por rosetones de tejido vegetal verde muy resistente, que crece en zonas pantanosas. De manera que el montañista puede caminar o saltar sobre ellos con toda tranquilidad . Luego de llegar a la parte más nororiental del corredor turístico en El Cocuy, lo adecuado parecería ser continuar descubriendo vestigios del pasado remoto de Colombia, pero ahora en dirección sur. Desde Tunja, despúes de recorrer 35 kilómetros, se llega a Ramiriquí, capital de la Provincia de Márquez, nombrado en honor de su último cacique, "Ramiriquí" o –en lengua chibcha– "tierra blanca" . En las márgenes del río Guayas, conocido también como Ramiriquí, Viracachá o Juyasíaa, se encuentran diecinueve pictografías elaboradas con pigmentos de origen mineral, y un petroglifo, ambos evidencia de una manifestación cultural de un grupo humano que aún se estudia . Retomando la vía será inevitable el reencuentro con el Páramo de Bijagual, y luego llegar al municipio de Miraflores. El paisaje que allí provee la Cuchilla de Buenavista es espectacular. Esta es una reserva de la sociedad civil en la que se encuentra un bosque de niebla que sirve de corredor biológico. Igualmente, bellas son las cuatro florescencias nativas, un privilegio de la provincia de Lengupá, hogar de Miraflores. En diferentes épocas del año, de sus montañas emergen canelos o siete cueros, nazarenos, cañaguates y ocobos. Es el paraíso de las flores; por tanto, es fácil avistar aves. Como tiene numerosas caídas de agua, la zona es propicia para la práctica de actividades de aventura. Por otra parte, en el primer piso del Palacio municipal se localiza el Museo Paleontológico, creado con el fin de recolectar y exhibir el material fósil recuperado en la región
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Magníficos miradores:

De regreso a Cundinamarca, sobre la Autopista Norte, a 62 kilómetros antes de Bogotá en el costado derecho se encuentra el desvío para Suesca. Un municipio reconocido mundialmente por su abrigo rocoso, donde justamente se inició la práctica de la escalada en Colombia como deporte extremo. Tiene una longitud de alrededor de 3 kilómetros, y su altura oscila entre los 20 y los 137 metros. Estas rocas son de tipo sedimentario, se formaron por la deposición de sedimentos de varios tamaños, en un ambiente marino. Por ello mantienen evidencia de los seres vivos que allí habitaron, como foraminíferos, artrópodos, bivalvos y amonitas, y los cuales han sido preservados en forma de fósiles [19]. Además de Suesca, Cundinamarca tiene varios abrigos rocosos, que según los investigadores Reichel Dolmatoff y Luis Duque Gómez, guardan rastros del hombre prehistórico, el cual fijó su vivienda y dejó las huellas de su paso en artefactos adaptados a sus labores de cacería. Igualmente aparecen restos de fogones de arcilla quemada. Las evidencias se van confirmando en otros lugares: Nemocón, Sueva (en la cordillera Oriental), Gachalá, Zipacón, Chía… El más significativo ha sido el Abra, en las proximidades de Zipaquirá, en el que aparecieron las evidencias más antiguas de la ocupación de ese territorio hace 20 mil años. Para visualizar mejor este valle que habitó el hombre prehistórico, nada mejor que sobrevolarlo. A 27 kilómetros de Suesca, en dirección a Bogotá, se encuentra el municipio de Sopó, muy visitado los fines de semana, por su variada oferta gastronómica. A cinco kilómetros del pueblo está una amplia zona de despegue de parapentes[1] que ofrece a pilotos y turistas las mejores condiciones de vuelo en la sabana. Un desnivel de 400 metros y vientos de oriente a occidente entre 15 y 20 km durante todo el año. También ofrece servicios de senderismo, barranquismo, restaurante, paintball y ciclomontañismo [20]. Hay alternativas distintas al recorrido aéreo para apreciar el paisaje. Varios miradores en el Parque ecológico Pionono, el cual presenta alturas desde los 2.800 metros hasta su pico máximo de 3.250, llamado Cerro de las Águilas. Por sus características geomorfológicas, se ha constituido en una gran reserva forestal para la recarga de acuíferos; su fauna está representada por mamíferos como liebres, zorrillos, armadillos y curíes; aves como golondrinas, mirlas, copetones, reinitas y trogloditas; y una amplia gama de reptiles y anfibios [21]. Desde estos majestuosos miradores se puede apreciar la sabana, pero también sentir la inmensidad del corredor ambiental por donde se camina. En la panorámica no se alcanza a delimitar el sistema de páramos que aporta cerca del 80% del agua que se consume en Bogotá. Al sur de Sopó se encuentra el municipio de La Calera, de interés gastronómico, gracias a la reconocida arepa caleruna, hecha de maíz pelao y rellena de queso cocida a leña sobre laja de piedra, usualmente acompañada con agua de panela caliente muy apetecida por los ciclistas que recorren diariamente la zona. El municipio es el punto de la cordillera Oriental donde se acondicionó una zona para el ingreso de visitantes al Parque Nacional Natural Chingaza, más de 76.000 hectáreas distribuidas en 11 municipios que albergan 396 especies de aves, 6 de reptiles y 16 de anfibios, algunas de ellas en peligro de extinción, como el oso andino u oso de anteojos y el venado de cola blanca. También viven allí comunidades indígenas y campesinas. Sus ecosistemas predominantes son los bosques alto andinos, subandinos y páramos. En el recorrido que se hace desde La Calera hay una estación llamada Monterredondo, con infraestructura para acampar. Es común que mientas el guía da recomendaciones antes de adentrarse en la montaña, curiosas manadas de venados salgan por entre los matorrales [22]. Al continuar por la cordillera Oriental hacia el sur, está Bogotá, hoy extendida sobre la enorme altiplanicie que sorprendió a los conquistadores españoles,  Desde aquí se aprecia uno de los símbolos de la ciudad, el cerro Monserrate. Se decía que en el pasado fue un volcán, pero estudios geológicos han desmentido tal mito. En realidad, fue un área de playa del Cretácico, y por ello su subsuelo tiene algunos materiales que se utilizan para enchapes en la construcción [23]. A veinte minutos del centro de la ciudad se encuentra una zona que conecta con el páramo de Cruz Verde, columna vertebral hídrica de la zona Andina del país, que marca el inicio del páramo más grande del mundo: el Sumapaz. Por una práctica de conservación, no hay carreteras en medio de este páramo, pero es posible identificarlo en un recorrido hacia el sur del país. Se sugiere hacer un pequeño desvío hacia la provincia de Tequendama, para conocer un símbolo de Colombia en el siglo XX, cuyo origen se remonta a tres millones de años. Cuando terminó el levantamiento de la cordillera Oriental, a la Sabana de Bogotá la inundó una gran laguna, que, según un mito muisca, se evacuó por el Salto de Tequendama. Hoy, por este abismo rocoso de 157metros, caen las aguas del río Bogotá, que forman la espectacular cascada 2 Aeronave con infraestructura de tela y cuerdas, sin ninguna estructura rígida aparte de la silla del piloto, similar al paracaídas..
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Exuberante flora y fauna

De regreso a la provincia de Sumapaz, en dirección al sur del corredor está Fusagasugá, un municipio conocido como la “ciudad jardín” por su clima primaveral, propicio para el cultivo de las exóticas flores colombianas. Allí, haciendas cafeteras reciben a los visitantes para enseñarles el proceso de su producción, y también lo hacen lugares que otrora fueron haciendas, como el Parque Verde y Agua. Este posee un sendero para la observacion del árbol de las ventanas, un ficus bejamina que puede crecer rodeando a otro árbol, como estrangulándolo hasta formar un tronco hueco, que llama la atención de los turistas porque les permite explorar su interior como si fuese un castillo con muchas ventanas [24]. Como parte de la cordillera Oriental se levantan los cerros tutelares de este municipio; en uno de ellos, Fusacatán, conocido por ser el guardián del valle, con un recorrido promedio de 2,8 km y una altitud que oscila entre 1.800 y 2.100 m s.n.m., se puede disfrutar del mirador del valle de los Sutagaos, donde ocasionalmente al amanecer se observan los nevados del Tolima y Ruiz. Alberga asimismo especies de flora como la palma boba y el árbol borrachero, y de fauna como ardillas, búhos, gavilanes, mirlas, azulejos y una gran variedad de especies. Varios de sus espacios se exploran con fines de investigación geológica. En las faldas de la cordillera Oriental, a 7 kilómetros de Fusagasugá se encuentra Melgar (Tolima), uno de los balnearios más importantes del centro del país. El municipio es a su vez sede de Ciudad Reptilia, un parque ecológico y fundación enfocado al conocimiento de reptiles como boas, cocodrilos, tortugas y babillas, los cuales descienden de los animales fosilizados que se aprecian en otras poblaciones del corredor . La visita es en realidad una expedición ecológica de aproximadamente cuatro horas, donde el explorador entra en contacto directo con los ecosistemas típicos de los bosques húmedos tropicales, e interactúa con especies reproducidas en la granja, como pequeños cocodrilos, boas constrictor, tortugas y zaínos domésticos .
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Historia y gastronomía

El paso hacia esta cordillera se hace desde Girardot (Cundinamarca) por el desvío de Cambao, para pasar por el antiguo Armero y llegar a Líbano, una población que se formalizó por la llegada de colonizadores antioqueños, quienes encontraron un valle sembrado de corpulentos cedros y robles con unos pocos bohíos. Desde entonces la actividad agrícola ha primado sobre la minería del oro [27]. Entre los lugares que se han de visitar está la Casa Cultural Luis Flórez y Museo Arqueológico, donde se resguardan hallazgos de la historia lejana y reciente del municipio [28]. Adicionalmente se pueden visitar las fincas agroturísticas para observar el proceso de transformación del café, hacer senderismo y avistar aves. Desde alli se parte a Murillo, un municipio con un palco sin igual para ver el Nevado del Ruiz. Su nombre es un homenaje al presidente de Colombia en dos periodos diferentes del siglo XIX, Manuel Murillo Toro. Este es el municipio más cercano al Parque Natural Nacional de los Nevados, y posee tres cascadas; la fuerza del agua en una de ellas, “La del Silencio”, es un espectáculo que vale la pena sentir [29]. Desde Murillo hay que regresar al desvío cerca de Armero para continuar hasta Anzoátegui y llegar a los 3.000 m s.n.m. en el Nevado del Tolima, hacer una travesía hasta la cima, luego descender a las Juntas, corregimiento de Ibagué, por senderos de alta montaña desde donde se aprecian hermosos paisajes, y al mismo tiempo se disfrutan el sonido de la naturaleza y, por supuesto, el aire puro. La llegada a Juntas significa también gozar del Cañón del Combeima y, desde este punto hasta el casco urbano de Ibagué, detenerse para probar delicias en alguno de los más de cien restaurantes cuyas especialidades son la carne asada, el sancocho de gallina, el lomo de cerdo y los pescados, como la trucha y la mojarra. O, para apaciguar el frío, beber una taza de aguapanela caliente en una taza decorada, acompañada de trozos de quesillo y bizcochos recién horneados.
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Nevados y desiertos

El Cañón de Combeima es una majestuosa hondonada que se abre paso entre las montañas de la cordillera Central formando un paisaje de exuberante belleza. Se despliega a lo largo de 41,5 km a 2.200 m s.n.m. y 15 °C de temperatura. Entre la flora sobresalen los frailejones y las plantas de mora y lulo; y de la fauna especies como zorros, osos de anteojos, cóndores de los Andes y águilas cuaresmeras [25]. Aquí se disfruta de actividades como el avistamiento de aves, el turismo de aventura (montañismo), baños en cascadas y agroturismo. Por la misma cordillera Central pero en la sección sur del país, el paisaje cambia. Por carretera, al viajar desde Ibagué con dirección a Neiva se logra identificar los volcanes que hacen parte de los relictos de glaciar que hay en Colombia. El siguiente departamento que recibe al turista es Huila, nombre que –según el francés Reichel Dolmatof– proviene del vocablo quechua huil, que quiere decir anaranjado, color que aparece con frecuencia en el nevado del Huila en las horas de la tarde. Esta tierra se localiza en el suroccidente de Colombia, en el valle alto del río Magdalena, con el protagonismo de los extensos arrozales que copan la llanura, y las montañas sembradas con uno de los cafés más suaves del mundo [1]. En este departamento uno de los municipios por conocer es Aipe, a una altitud de 390 m s.n.m. No obstante, la brisa enviada por los ríos Magdalena y Aipe amaina el fuerte calor de la tierra llana. En estas tierras hay petróleo y arroz, y mucha inspiración para los autores del rajaleñas [1]. También un tesoro relacionado con los vestigios de los primeros pobladores de este territorio, los Petroglifos, una serie de grabados sobre la roca que siguen siendo un enigma para los investigadores. En sentido norte está Piedra Pintada, rumbo a Natagaima; hacia el sur, Del Indio a 13 Km vía Praga, y El Callejón, más de 300 símbolos en más de 30 rocas que datan del siglo IX a.C. Este ultimo es una de las paradas del recorrido "Exploradores de secretos en el bosque por el Sendero Chicalá”. En este punto se puede disfrutar de la interpretación en zona de restauración ambiental, y de muestras gastronómicas del bosque seco, productos 100% naturales derivados de la palma de cuesco, la piñuela y la cholupa, y tambien de platos tradicionales como el tamal o la chicha de palma de cuesco [24], [25]. Neiva, capital de Huila, localizada en una de las zonas más cálidas del departamento, tiene tierras fértiles y, al mismo tiempo, planicies áridas y desérticas. A 31 kilómetros al norte está Villavieja a orillas del río Magdalena, zona de influencia del desierto de la Tatacoa, un atractivo exótico y misterioso que cautiva todo el tiempo a los viajeros, por la paradoja de estar rodeado de agua y ser la segunda zona desértica de Colombia con un área de 380 km2 [1]. Aquí es dable desarrollar dos actividades clave: visitar el ecosistema de desierto y observar fenómenos celestes. Esto último es posible a 6 kilómetros de Villavieja, en el Observatorio Astronómico de La Tatacoa, cuya forma de domo, potentes equipos, cercanía a la línea del Ecuador, estar libre de contaminación lumínica y contar con personal calificado, lo hacen el lugar indicado para ello. En el mes de agosto se celebra el Festival de Astronomía de La Tatacoa . Otro atractivo es el Museo Paleontológico de Villavieja, donde se pueden observar fósiles de la fauna y flora que existía en la región hace más de veinte millones de años . El Parque Temático Valle de la Tatacoa es igualmente especial. Tiene animales mecatrónicos que simulan los orígenes de los dinosaurios y otras especies, por lo cual es divertido sobre todo para públicos familiares. Tiene una capacidad de alojamiento para quince personas en cabaña y más de cien en camping; posee zona de BBQ.
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Mensajes de los antepasados

Continuando por la cordillera Central a 163 kilómetros al sur de Neiva, en el departamento de Cauca en límites con Huila se encuentra Inzá, una población cuyos alrededores están colmados de riqueza arqueológica representada en vestigios como los que se encuentran en el parque de Tierradentro, uno de los tres sitios arqueológicos más importantes de Colombia, junto con San Agustín (Huila) y Teyuna (Ciudad Perdida, en la Sierra Nevada de Santa Marta). En este lugar es posible observar pintura rupestre y objetos de cerámica; tumbas subterráneas o hipogeos, y estatuas de piedra [15]. Por la misma troncal por la que se ingresa a Inza, es necesario regresar hacia el norte para encontrar el municipio de La Plata y desde allí tomar hacia el oriente para llegar a San Agustín. Este municipio protege un enigmático legado arqueológico y algunas de las fuentes principales que surten de agua a todo el país, pues cerca está el llamado Macizo Colombiano, encuentro de montañas y lagunas donde nace, entre otros, el río Magdalena, que recorre la patria de sur a norte hasta verterse en el mar Caribe[1] Además, es sede del Parque Arqueológico de San Agustín, el cual reúne rastros líticos de la antigua cultura que pobló la región aproximadamente 800 años antes de la llegada de los conquistadores. Las esculturas se hallan in situ, mirando con dirección al oriente, hacia el sol naciente. El parque está conformado por cuatro mesitas, un museo arqueológico y el denominado Bosque de las Estatuas, que es una extensa zona en la que principalmente se distinguen montículos funerarios que dejan presumir la adoración de los antepasados hacia la muerte. Cerca al parque está el Anillo turístico El Tablón - La Chaquira - La Pelota, que, aunque son tres atractivos culturales diferentes, en la operación turística se visitan en conjunto pues forman parte de las actividades imperdibles en el municipio. Estos escenarios rurales exhiben un esplendor paisajístico que ampara muestras de la estatuaria agustiniana. El Tablón es una vereda distante un kilómetro del pueblo, y tiene un museo etnográfico y arqueológico. La Chaquira es una zona montañosa para apreciar el cañón formado por el río Magdalena y algunas esculturas repartidas en el entorno. Ubicado en la vereda Purutal, La Pelota es el sitio para ver estatuas con trazos pictóricos, hecho que evidencia el uso del color con tintes naturales por los antepasados [1].
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El increíble Macizo colombiano

Otro valioso lugar del municipio es el Macizo Colombiano, un atractivo de gran belleza paisajística. Se requiere de la compañía de expertos para llevar con éxito la travesía desde el Páramo de las Papas o Páramo del Letrero, a la Laguna del Magdalena y los petroglifos de La Gaitana, en Quinchana. El macizo, conocido también como Nudo de Almaguer, es una vasta región que comparten Huila, Nariño y Cauca, y que tiene una extensión de más de tres millones de hectáreas. Se localiza en el mismo punto donde Los Andes se ramifica en las tres grandes cordilleras de Colombia: Occidental, Central y Oriental. También es posible disfrutar del Estrecho del Magdalena, lugar donde el nombrado río de la patria contrae sus orillas para pasar por una garganta de 2,20 metros formada caprichosamente en el terreno rocoso. Este escenario está a media hora de San Agustín por la vía destapada que lleva al corregimiento de Obando. Profesionales especializados practican kayak (no apto para turistas convencionales). A solo 21 kilómetros de San Agustín se encuentra uno de los municipios más recientes del departamento, elevado a dicha categoría en 1958; sin embargo, su historia milenaria lo convierte en uno de los más trascendentales bastiones del pasado huilense: Isnos. Tanto, que su importancia arqueológica le valió en 1995 la declaración por la Unesco como patrimonio cultural e histórico de la humanidad. Sus sitios más visitados son: Alto de los Ídolos, que tiene una extensión de doce hectáreas y está conformado por las mesitas, unidas por un terraplén artificial, en las que se advierten montículos que datan posiblemente de entre el siglo I a.C. al siglo VI d.C. La estatua más alta del lugar tiene 5,30 metros y representa una figura femenina. El Alto de las Piedras tiene figuras representativas del legado agustiniano, como el Doble Yo, de tres metros de alto, apreciable a una distancia de 7 kilómetros del casco urbano de Isnos. Otras figuras que llaman la atención son el símbolo de la maternidad, un lagarto humanizado, además de una tumba doble. El Salto de Bordones tiene una altura cercana a los 400 metros, y está catalogado entre los más imponentes de Suramérica. Lo forma el río Bordones, que marca el límite con el pueblo de Saladoblanco, y que después de un recorrido no muy extenso desemboca en el río Magdalena. Surca un cañón visible desde un mirador [4]. Desde Isnos se puede retomar la carretera principal con dirección al norte hasta Pitalito, y desde allí tomar el desvío hasta Palestina, la puerta de acceso más importante al Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos, el primer parque nacional natural del país, creado en 1960. Con una extensión de 9.000 hectáreas, hace parte de la Reserva de Biosfera del Cinturón Andino. Es un banco de recursos genéticos, una fuente de recursos hídricos y un laboratorio geológico, y por tanto reviste suma importancia para las investigaciones científicas y la educación ambiental. Cuenta con una buena cantidad de ejemplares de especies desaparecidas y casi extintas en sus ambientes naturales; entre ellos: el cedro (Cedrela sp.), el nogal (Juglans neotropica), el comino (Aniba perutilis), el laurel (Ocotea cuneata) y el encenillo (Weinmannia sp). También se destaca el bosque de roble negro o morado (Trigonobalanu excelsa), que crece exclusivamente en el valle alto del río Suaza, especie descubierta y determinada científicamente en 1979 con base en materiales recolectados en el parque [33]. En cuanto a la fauna, en el área del parque habitan unas trescientas especies de aves; algunas son: el guácharo (Steatornis caripensis), el gallito de roca (Rupicola peruviana), el pato de los torrentes (Merganetta armata colombiana); más de sesenta especies de mamíferos, entre los que se puede nombrar el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), la danta de páramo (Tapirus pinchaque), el venado conejo (Pudu mephistophiles), y cinco especies de primates. Asimismo existen en el área por lo menos cincuenta especies de mariposas (entre ellas, la famosa 88). Entre la fauna se destacan algunas especies endémicas y en vía de extinción como la gallineta de monte (Tinamus osgoodi hershkovitzi), en su género la más grande de Colombia [33]. El Guácharo (Steatornis caripensis), que le da el nombre al Parque, es un ave descubierta por Alexander von Humboldt en 1799 en Venezuela. De hábitos nocturnos, se orienta mediante un sistema de ecolocalización que le permite moverse en la oscuridad. Mide aproximadamente 60 centímetros de longitud y 28 de alto, y puede alcanzar hasta los 1,20 metros de envergadura. Como ave mítica tuvo un papel protagónico en la concepción mágico-religiosa del mundo en el pueblo Andaquí. Esta comunidad indígena consideraba que el alma de sus guerreros caídos en la batalla se refugiaba en lo profundo de las cavernas y ahí se transformaba en estas aves; sus chillidos eran entendidos como sus lamentos, y las motas blancas de su plumaje como las lágrimas de la derrota [33]. Para los amantes de la tranquilidad y quienes desean disfrutar del canto de las aves, deslumbrantes amaneceres, conocer los robles negros más grandes del país y recorrer senderos con 190 especies de orquídeas y plantaciones de café, una excelente opción es El Encanto, Reserva ecoturística de la sociedad civil en el municipio de Palestina. Cuenta con una extensión de 300 hectáreas de bosque alto andino, adaptada para el servicio de alojamiento, alimentación y recorridos turísticos experienciales . Desde Palestina vale retomar la vía hacia Pitalito y luego hacia el norte para llegar a Neiva, donde puede tomarse un vuelo hacia Bogotá y ver desde las alturas el impresionante paisaje que ofrecen las cordilleras Central y Oriental.

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